miércoles, 20 de mayo de 2020

EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS (XI)


Nos ocurre mucho con el tiempo del que disponemos cada día, que se comporta como una prensa de grandes planchas metálicas que avanza firme, apretando sin vacilar las horas, los minutos y hasta los segundos.
Pero en los tiempos del coronavirus no sucede así, el tiempo es un plano monocorde e invariable, una llanura infinita con prados verdes atravesados desigualmente por tímidos arroyos, moteados de árboles robustos y solitarios, de manchas boscosas, y también una planicie con extensos y secos desiertos, silenciosos de piedras y de arena fina que se desplaza a merced del viento.
Pero en ambos casos, el tiempo nunca juega a nuestro favor. Quizás porque no nos ganamos su confianza, o quizás porque no le proporcionamos algo que él valore, y eso que hasta le entregamos fielmente nuestra muerte. Tal vez no le agrade, tal vez quiera mejor nuestra vida. 
Pero lo malgastamos tanto, lo mal usamos con tal indiferencia, que claro, es posible que su corazón herido recubra su aspecto de un rudo imperturbable.
Lo que parece evidente es que el tiempo no está preparado para cultivar ni prisas ni hastíos.

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