En los tiempos del coronavirus, hay una realidad, la que el virus va escribiendo, él marca las pautas y domina los tiempos. Hay un solo protagonista pero muchos ojos contemplando, mirando los hechos, por tanto hay tantas interpretaciones de dicha realidad como seres humanos la visionan.
A día de hoy, y desde hace ya muchos días, el epicentro de la pandemia se encuentra situada en Europa, ya que uno de cada dos infectados es del viejo continente. En Europa, como en el resto de lugares del mundo desarrollado, los hechos y la información es más precisa, está más detallada, más televisada. El que lo cuenta también es de allí, por lo que estos ojos ven muy de cerca el problema, tanto que se siente rodeado por él. Y es en estos momentos, cuando más de cerca y más fuerte está incidiendo el virus aquí, al menos hasta ahora, cuando me conmueve el conocer información y datos concretos de anteriores casos, de otros virus que han aparecido anteriormente, no hace muchos años, en otros lugares, casi siempre menos desarrollados. Virus que quizás han contagiado a menos población pero con una tasa de mortalidad mayor, y que ya en aquellas ocasiones pusieron en jaque, a nivel sanitario y de respuesta ante situaciones críticas a regiones enteras. Un ejemplo conocido fue el ébola en 2014.
Es quizás por todo ello, quizás por no haber atendido en su día con suficiente carga emocional, y con seguridad, por la proyección que hago sobre como podría comportarse la actual pandemia en muchos territorios de África, lo que me hace pensar en las innumerables y desastrosas consecuencias que tendría en esos países, donde los medios son muy limitados, y donde existen débiles sistemas de salud.

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