ahora que ha tomado otro cariz,
seco, pesado, lento,
ahora que el sonido del silencio es atronador,
y que nos abrazamos a nuestros padres y hermanos,
que los besamos y tocamos a dos metros de distancia,
ahora
quiero asomarme al balcón de tu mirada.
Tus ojos, tus hermosos topacios,
grandes como la luna preñada de nácar,
cristalinos como el aguadero que visita tímido el sarrio,
son tu carta de presentación,
tus mejores galas,
tus credenciales,
tu sello de garantía,
en definitiva, son
la punta del iceberg de la Verdad que habita en tu interior,
por eso son preciosas perlas marinas tintadas de pacífico,
porque tus ojos eres tú, y tú eres mucho más que tus ojos.
Quiero pararme en ese remanso de claridad,
lejos de cualquier fuego cruzado,
descansar, sonreir, respirar,
y volverte a solicitar
permiso para habitar.
No me cuesta repetirlo, es más,
ayuda y mucho recordarnos que no somos propiedad,
sino compartida unión y libertad,
así que llegar y llamar,
renueva en algo la magia de la primera vez.
Hermosa eres,
como un baño en alta mar,
y profunda,
con raíces fuertes que resisten al temporal.
Gracias por otro día en los tiempos del coronavirus.

No hay comentarios:
Publicar un comentario