domingo, 3 de mayo de 2020

AMARGA FELICITACIÓN (EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS VIII)

Normalmente todo lleva buen camino cuando la vida discurre y se desarrolla desde la máxima del “orden natural de las cosas”. De hecho, casualmente, lo estamos comprobando con el medio ambiente desde que el ser humano se ha visto obligado a reaccionar frente a la pandemia y a adoptar medidas, que han disminuido su impacto y su presencia en el planeta. La naturaleza ha reaccionado resurgiendo con vigor y recuperando espacios, y es que, en los tiempos del coronavirus, no a todos les va igual la película, y a la naturaleza le ha venido muy bien este SARS-CoV-2. Estoy seguro de que al ser humano le iría mucho mejor que hasta ahora, si cuidara nuestro planeta, nuestra MADRE TIERRA.
Pues en el “orden natural de las cosas” hay otra “cosa” de mucho valor, de mucha importancia, algo que es de lo más grandioso que tiene la Vida, y que es el SER MADRE. Dar la vida debe ser un acto que te marca por entero, una señal que se graba en tu cuerpo a partir de la cual comienza algo nuevo, un nuevo registro, paso irreversible en el que se pierden cosas (ya irrecuperables) y a la vez se ganan otras (que nunca desaparecerán). Todo esto es algo muy bonito que ensancha el alma, agita el corazón y conmueve. Así mientras no se rompa la ya dicha sagrada ley del “orden natural de las cosas”. Rota la norma, se acaba el sueño y comienza la pesadilla.

A ti, que obraste el milagro,
a ti, que te rompiste como la montaña que estalla de agua contenida,
a ti, que gritaste por dentro
y que iluminaste a tu alrededor,
en algún momento y a partir de él,
derrota,
impotente rabia,
cual ciudad sufre la desvastación
provocada por el fuego,
a sabiendas que el resurgir, si existiese,
nada tiene que ver con la palabra recuperar;
a ti mi recuerdo, a ti mi respeto 
y a ti mi cariño,
a ti que te la robaron nada más nacer,
a ti que sufres el odio, el rechazo, el acoso, el abuso, el maltrato de él,
a ti que la perdiste por siempre en aquel accidente de tráfico o por aquella silenciosa enfermedad,
a ti que antes de alumbrarle, ya se le había apagado la luz,
a ti que mantenías el deseo y albergabas esa bonita ilusión que nunca se cumplió,
y a ti también, madre de recia voluntad,
que de una manera u otra el destino te jugó la peor broma macabra,
FELICIDADES,
porque hoy también es tu día, 
aunque no haya nada celebrar.



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