Pues
en el “orden natural de las cosas” hay otra “cosa” de mucho
valor, de mucha importancia, algo que es de lo más grandioso que
tiene la Vida, y que es el SER MADRE. Dar la vida debe ser un
acto que te marca por entero, una señal que se graba en tu cuerpo a
partir de la cual comienza algo nuevo, un
nuevo registro, paso irreversible en el que se pierden cosas (ya
irrecuperables) y a la vez se ganan otras (que nunca desaparecerán).
Todo esto es algo muy bonito que ensancha el alma, agita el corazón
y conmueve. Así mientras no se rompa la ya dicha sagrada ley
del “orden natural de las cosas”. Rota la norma, se acaba
el sueño y comienza la pesadilla.
A
ti, que obraste el milagro,
a
ti, que te rompiste como la montaña que estalla de agua contenida,
a
ti, que gritaste por dentro
y que iluminaste a tu alrededor,
en
algún momento y a partir
de él,
derrota,
impotente
rabia,
cual
ciudad sufre la
desvastación
provocada
por el fuego,
a
sabiendas que el resurgir, si existiese,
nada tiene que ver con la
palabra recuperar;
a
ti mi recuerdo, a ti mi respeto
y a ti mi cariño,
y a ti mi cariño,
a
ti que te la robaron nada más nacer,
a
ti que sufres el odio, el rechazo, el acoso, el abuso, el maltrato de
él,
a
ti que la perdiste por siempre en aquel accidente de tráfico o por
aquella silenciosa enfermedad,
a
ti que antes de alumbrarle, ya se le había apagado la luz,
a
ti que mantenías el deseo y albergabas esa bonita ilusión que nunca se cumplió,
y a ti también, madre de recia
voluntad,
que de una manera u otra el destino te jugó la peor broma macabra,
FELICIDADES,
porque
hoy también es tu día,
aunque no haya nada celebrar.
aunque no haya nada celebrar.

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