ofrecerle
un buen vaso agua,
decirle
que no, la mayoría de las veces, ¡no todas por favor!, con una sonrisa,
que seas tú quien prepares todos los días la munición de las 20:00 horas en el balcón, y luego te encargues de recoger y limpiar las armas para del día siguiente,
no prestarle mucha atención, y como ley suprema, nunca cuando te visite el hastío,
dedicarle
la próxima payasada
y
comprarle su última patochada.
Consigue que vuestro hogar:
cuando sea aconsejable,
tenga el tamaño de la más pequeña sabana conocida;
todas las tardes, después de almorzar, de manera obligatoria,
tenga el aspecto de una pequeña tetería de Marrakech, donde se puedan escuchar unas pinceladas de cante por bulerías de Jerez;
cuando sea necesario,
y cuando sea inevitable,
se convierta en el más seguro búnker para pasar las horas angustiosas del bombardeo enemigo.
¡Suerte, y manos a la obra!, que #Todosaldrabien.

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