Suelo acompañar cada entrada
de mi blog con alguna fotografía. Creo que complementan al texto y
estéticamente queda mejor todo el conjunto, más bonito; la mayoría
de blogueros así presentan sus diferentes entradas.
De
hecho hay una frase muy conocida que dice, “una imagen vale más
que mil palabras”, y es así, una imagen, ya sea una fotografía,
un dibujo o una composición del tipo que sea, tiene una enorme
capacidad de transmisión. Pero aún teniendo ese gran valor, la verdad es que ni por esas consigue la imagen
sustituir a la palabra por completo. Piensa por un momento que
podrías decir y hacer con mil palabras, y no te digo nada si esas
mil palabras fueran tus últimas mil palabras.
Cierto
es que la palabra tiene que esforzarse más que la imagen para
comunicar algo. Y es que se podría decir, que, sin llegar a
conformarse ni reglarse como una competición o como un duelo
(recordemos que un duelo que se precie tiene previamente sus reglas
establecidas, si no se llamaría emboscada, trampa,… no sé) a vida
o muerte. En el propio enunciado de la frase en cuestión, subyace
una fuerte rivalidad, un odio entre hermanos, una amistad
traicionada.
La
palabra es un ser más frágil quizás, pero robusto también.
Sostener una foto no lo puede hacer cualquier papel, se necesita uno
que sea especial, es decir, un papel creado exprofeso para contener
miles y miles de puntos tintados, invasión de colores, sombras y
siluetas que luego captarán la atención de muchas de las personas
que lo vean, personas que le dedicarán mucho tiempo a mirarlas, que
incluso las compartirán con otras con quienes seguramente las
comentarán y hasta debatirán. Esos papeles escogidos, ya impresos
por sus legítimos dueños, en muchos casos coparán los lugares más
privilegiados, como por ejemplo, portadas y páginas centrales en el
caso de libros.
En
cambio, la palabra, una tras otra montada, se conformará con el
papel común, ese que se rompe más fácilmente y que arde mejor. Se podría decir que la palabra lo tiene un poco más
complicado en esta vida, pero tampoco todo es tan negativo.
Una familia o un par de amigos sin palabras de por medio, dichas o escritas, no serían nada, o algo casi peor que nada, sin brillo ni vida. Su fortaleza radica en su antigüedad. La palabra ha resistido
todo tipo de envites en la vida: guerras, tiempos de oscuridad y
silencio, hambrunas, crisis, epidemias y pandemias,… y en los
tiempos del coronavirus no iba a ser menos. La palabra es sencilla y
humilde.
Pero
no seré yo, quien por el interés personal de parar mi atención y
fabricar mis dudas fundamentalmente con la palabra, el que tome
partido solo por ellas, ya que ambas, palabra e imagen, imagen y
palabra, ganan más si van unidas de la mano.
Dos
lenguajes, dos pulsiones, dos seres, que no se necesitan, pero que
los encontramos en muchos lugares juntos.
¡Fuera
las rencillas y las disputas!, fuera el ser una más que la otra o la
otra más que la una, comparaciones odiosas de dos bellas criaturas
que nada tienen que robarse entre ellas.
¿Qué
queréis, seducir o conquistar a las personas?, pues reuniros siempre
que podáis, trazad un plan juntas y dad lo mejor. Pocas veces no lo
lograréis.
YO OS QUIERO Y OS NECESITO EN MI VIDA.

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