En los tiempos del coronavirus
la clave de todo está en cambiar de fase. Ese es el momento mágico,
el instante supremo. En el centramos toda nuestra atención y toda
nuestra intensidad. Nada tiene sentido, y nada tiene verdadero valor
si antes no ha venido precedido, no ha sido legitimado, por un buen
Cambio de Fase. Pero los cambios de fase, van mucho más allá de los decretados por el propio Gobierno de España, van mucho más allá de la
política. El hecho de poder salir a pasear o practicar deporte con
unas determinadas limitaciones espaciales y de tiempo, o el de poder
ir al bar a tomar una cerveza, no son nada, son simples anécdotas
comparadas con todo el amplio universo de cambios de fase posibles y
reales, que se han dado y se vienen dando, no solo en la población en
su conjunto (da igual que ésta se organice en Comunidades Autónomas,
provincias o municipios), sino también en los individuos de manera independiente o en los grupos de personas, tales como familias, amigos, miembros
de organizaciones o asociaciones,…
Lo
verdaderamente importante para vivir en toda su inmensidad dichos
cambios de fase, es que seamos plenamente conscientes de ello, de que eso es lo que realmente está ocurriendo. No otra cosa que se le pueda
parecer y que distorsione la realidad, restándole así la fuerza
necesaria para que dicho momento sea entonces, el culmen de unas pesarosas jornadas provocadas por el confinamiento vivido, da
igual en que grado de libertad.
La
vecina del quinto ha debido cambiar de fase,
pues
ha ampliado la gama cromática de la ropa interior que hay en su
tendedero.
Mi
tío Luís ha debido cambiar de fase,
pues ahora manda mensajitos positivos de whatsapp todos los días al grupo
familiar.
El
profe de mis gemelas ha debido cambiar de fase,
porque
cada vez tarda más tiempo en contestar mis correos electrónicos de
sus tareas.
La
asociación de aficionados a la pintura a la que pertenezco ha debido
cambiar de fase,
¡y
no me han dicho nada!,
pero
así lo creo,
porque entre todos hemos rescatado las olvidadas diferencias y los viejos rencores de siempre.
porque entre todos hemos rescatado las olvidadas diferencias y los viejos rencores de siempre.
Los
autobuses urbanos han cambiado de fase,
seguro,
porque
sus chóferes llevan ahora mascarillas con la imagen corporativa de
la empresa municipal y del Ayuntamiento, y sus ojos están más
tristes y cansados.
Twitter
ha cambiado de fase,
¡va
hacia el declive!,
porque
en sus tweets encuentro menos poesía.
Mi
familia me ha cambiado de fase,
ahora
que el miedo ha desaparecido,
ya
que me han tomado ventaja.
Mi
gato ha debido de cambiar de fase,
seis
u ocho veces,
porque
yo he debido de cambiar de fase tres o cuatro veces.
Aunque ahora solo recuerdo dos ocasiones, en las que he cambiado de fase:
la
primera, y menos grave,
hace
poco tiempo,
cuando
pasé de estar hermosote, a estar gordo,
y
la segunda, pero de mayor importancia,
hace
menos tiempo todavía,
cuando perdí el compromiso, cuando dejé de leerme y escribirme.
Con
la primera solo he puesto en juego mi salud,
los años que están por venir,
los años que están por venir,
pero
con la segunda he abandono algo que desde hace años supe que llevaba conmigo, el saber que puedo ser. Lo he degradado,
y eso me lleva lejos de aquí.

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