jueves, 4 de junio de 2020

LA TIERRA Y EL ÁRBOL

La tierra, que cubre las extensas planicies del lugar,
se siente bien,
poderosa,
para ella todo aquello que alcanza es el Mundo,
no hay más.
Se sabe infinita.
Morenita y guapa.
La vida es de rosa.
El árbol, el señor tranquilo,
la paciencia hecha materia, hecha vida,
el que nunca discute,
pero que como todos,
sufre,
de ahí sus profundas arrugas
y su decadente perfil.
Ambos viven bien,
no se pueden quejar.
Bueno la tierra quizás algo más,
producto de estar metida en todo,
gajes del oficio.
Bueno, ahora que lo pienso, quizás el árbol se pueda quejar un poco más,
al fin y al cabo,
su obligación es la de permanecer siempre ahí,
en su lugar,
no puede nunca irse, 
esconderse
y descansar,
aunque sea un poco.
La tierra en cambio se puede retirar un rato,
introducirse en si misma,
y dormir tranquilamente.
¡nunca han escuchado la tierra roncar!,
no se la pierdan, ¡vaya espectáculo!.
Ambos son independientes,
tienen su autonomía personal,
pero se necesitan,
no se quieren, esa es la verdad,
pero se necesitan.
Saben que es necesario coexistir, 
colaborar, 
ayudarse para ayudarse.
Lo entendieron desde el principio de todo,
y nunca cambiaron su postura,
nunca dudaron,
en eso no hay opciones posibles,
solo un camino,
y lo piensan seguir siempre.
Prefieren llevar su poquita de carga
de sufrimiento en la mochila,
a perderlo todo por la avaricia y el egocentrismo.
Una, la inerte que da la vida.
El otro, el latido,
el pulso por mantener el orden,
la antítesis del caos,
de la entropía que supone la muerte.
La tierra y el árbol, el árbol y la tierra.
La naturaleza no es idílica,
pero no por ello deja de ser bella,
hermosa 
y fundamental.

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