Tus ojos tristes son también tus ojos,
los míos, diferentes, también tristes a veces miran,
nunca indiferentes,
¡que ojos tan bellos en tu rostro, duda no cabe!,
ojos de raza que encierran la fuerza,
de una vencedora con derrotas escritas en su piel.
Ojos que contienen la rabia
de una heroína, que segura de sí misma,
se levanta tras la caída, herida, brava,
porque para ella, la noche no es el remanso,
sino la hora de afilar el cuchillo para el siguiente día.
Te colocas el vestido, lana virgen, sin mangas y hasta la rodilla,
te ciñes el cíngulo de cáñamo,
rematado por las borlas que heredaste de tu madre, de tu casa,
te calzas las sandalias,
sujetas la cinta de cuero con fe, pues en ella amarras tus sueños,
¡no se vayan a escapar!,
rodeas con ella varias veces tu pierna amoratada,
y te la anudas bajo la rodilla,
primero la de la derecha y después la de la izquierda,
siempre hincando la rodilla contraria, como te gustaba verlo hacer a tu madre
al fondo de la estancia, cada mañana desde tu yacija,
ojos atónitos, profundos, que veían a una joven y hermosa guerrera,
dispuesta a entregar su vida por aquellas tres niñas, que dormían
inocentes a un destino de castigos y humillaciones.
Ya puedes, salir a la calle,
con la mirada alta, alerta a los peligros,
decidida a caminar, o a correr,
a esquivar cualquier peligro.
Yo te observo desde lo escondido,
no importa ni mi nombre, ni quien soy,
tampoco importa cómo me pienses o me alcances a llamar,
te puedo ver con mis ojos, nunca indiferentes,
y eso basta, tú razón más que suficiente,
te protegeré, y así podrás cuidar de tu hija pequeña,
futura guerrera.
Las calles pedregosas de la aldea,
la fuente que hay a las afueras,
el campo donde cada día dejas tu sangre,
la casa donde preparas caldo y pan,
y el varón al que das placer,
dueño del apellido al que filias tus hijos,
es impuesto lugar, donde el hombre
ofrece generoso a Dios,
la violencia sobre la mujer,
donde cada día, cada noche, te juegas la vida,
para que tu hija la pueda ganar,
en la soñada espera que alguna vez,
exista un 25 de noviembre
que tus ojos puedan contemplar,
esos ojos tuyos, tristes y bellos.


