miércoles, 25 de noviembre de 2020

OJOS QUE MIRABAN A UN POR ENTONCES LEJANO 25 DE NOVIEMBRE

Tus ojos tristes son también tus ojos,

los míos, diferentes, también tristes a veces miran, 

nunca indiferentes,

¡que ojos tan bellos en tu rostro, duda no cabe!,

ojos de raza que encierran la fuerza,

de una vencedora con derrotas escritas en su piel.

Ojos que contienen la rabia

de una heroína, que segura de sí misma,

se levanta tras la caída, herida, brava,

porque para ella, la noche no es el remanso,

sino la hora de afilar el cuchillo para el siguiente día.

Te colocas el vestido, lana virgen, sin mangas y hasta la rodilla,

te ciñes el cíngulo de cáñamo, 

rematado por las borlas que heredaste de tu madre, de tu casa,

te calzas las sandalias,

sujetas la cinta de cuero con fe, pues en ella amarras tus sueños,

¡no se vayan a escapar!,

rodeas con ella varias veces tu pierna amoratada,

y te la anudas bajo la rodilla,

primero la de la derecha y después la de la izquierda,

siempre hincando la rodilla contraria, como te gustaba verlo hacer a tu madre

al fondo de la estancia, cada mañana desde tu yacija,

ojos atónitos, profundos, que veían a una joven y hermosa guerrera,

dispuesta a entregar su vida por aquellas tres niñas, que dormían

inocentes a un destino de castigos y humillaciones.

Ya puedes, salir a la calle,

con la mirada alta, alerta a los peligros,

decidida a caminar, o a correr,

a esquivar cualquier peligro.

Yo te observo desde lo escondido,

no importa ni mi nombre, ni quien soy,

tampoco importa cómo me pienses o me alcances a llamar,

te puedo ver con mis ojos, nunca indiferentes,

y eso basta, tú razón más que suficiente,

te protegeré, y así podrás cuidar de tu hija pequeña,

futura guerrera.

Las calles pedregosas de la aldea,

la fuente que hay a las afueras,

el campo donde cada día dejas tu sangre,

la casa donde preparas caldo y pan,

y el varón al que das placer,

dueño del apellido al que filias tus hijos,

es impuesto lugar, donde el hombre 

ofrece generoso a Dios, 

la violencia sobre la mujer,

donde cada día, cada noche, te juegas la vida,

para que tu hija la pueda ganar,

en la soñada espera que alguna vez,

exista un 25 de noviembre

que tus ojos puedan contemplar,

esos ojos tuyos, tristes y bellos.




jueves, 12 de noviembre de 2020

PORQUE SI ESTOY FELIZ POR SER MI CUMPLEAÑOS QUIEN REGALA SOY YO

Soy valiente,

lo digo, claro, sin miedo alguno,

tengo mucha fuerza, ya que

mi convicción y mi voluntad son de hierro.

Estoy convencido de que

cada mañana me visita la fortuna,

percibo rotunda la suerte,

cuando vuestros ojos me miran,

recojo conmovido el regalo,

extrañado si recuerdo,

pero completo si soy consciente,

la actitud, forjada gracias a manos amigas,

me adiestra a pensar menos,

a disfrutar más,

alegría que abre todos mis cierros,

relajado, distendido, ágil y ligero,

me animo y canto,

estrofas sueltas, quizás tímida música la que logro sacar de mi,

aunque suficientemente agradable y colorida

para pintar tus tardes de juegos de muñecas,

para recoger tus enérgicas salidas del colegio,

o para saborear tus despertares en cualquier modo o manera,

tengo delante mía el mayor tesoro, no hay duda,

los dioses, la luna, las estrellas, y

el sol por testigo, como la blanca espada

que unge mi cabeza,

envuelto y revestido por la gracia divina,

me convierto en el hombre más rico,

el más poderoso por no ambicionar,

la distancia y los besos son el equilibrio,

el “aquí estoy, presente, pero camina libre”

es mi enseña, mi gentil saludo,

mi reverencia sincera sin rendir pleitesía más que a mi dignidad,

mi educación, mi obra de arte.

Te quiero hijo mío,

te quiero hija mía,

te quiero compañera, amiga y madre buena,

os quiero, libres y felices, porque

es un tocar el cielo para este valeroso hombre de la tierra,

compartir en el mismo lugar y tiempo,

sueños, desventuras, lágrimas, risas, la espera, el silencio…, en definitiva,

el camino de la vida. 



domingo, 8 de noviembre de 2020

EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS (XVI)

15/10/2020

10:20pm.- Vuelvo a casa tras una visita al Centro de Salud por un asunto menor. Voy en mi coche, bordeando una barriada de casas bajas, las voy dejando a la izquierda, todas ellas diferentes, de construcción propia, de hace al menos 50 años ya, separadas por infinidad de calles de un solo sentido con aceras muy estrechas, perpendiculares a la carretera por la que circulo. Imagino que hay calles similares paralelas a mi marcha, conformando así un entramado de cuadrículas perfectas densamente urbanizadas. A la derecha, se van sucediendo: un bloque de pisos, algunos solares en aparente construcción, un residencial de casas unifamiliares, reciente, moderno, sumido casi en absoluta oscuridad, casi inhabitado, y por último un gran descampado, amplio, con varios pinos, enormes, más antiguos sin duda que la existencia propia de todo lo que en esta noche tranquila mis ojos pueden observar a través del cristal del coche. Junto a estos enormes colosos naturales, a cierta distancia, aislado, un joven eucalipto proyecta una fina y alargada sombra a la luz de la luna. El descampado está ocupado por todo tipo de vehículos, la mayoría turismos, también hay algunos camiones, tractores y hasta un autobús escolar. Sin duda este espacio asume las plazas de aparcamiento que el descontrol y el ansia constructiva de los precursores de aquella barriada no previó.

En el descampado, entre dos coches veo la escena de un grupo de jóvenes, chicas y chicos sentados en sillas plegables de playa. Llevan ropa deportiva, pantalones y sudaderas de manga larga. Todos forman visto desde arriba una elipse casi perfecta, cuya simétrica disposición se proyecta más perfecta por tener todos las piernas igualmente flexionadas, haciendo que las rodillas de todos se encuentren apoyadas de igual manera en las rodillas de sus compañeros. Pareciese que el bello dibujo conformado por todos, les protegiese más y mejor del frío de la noche.

Es un día entre semana y no hay gente por las calles, tampoco es aquel un sitio normalmente frecuentado, ni tampoco lugar habitual de paso, por lo que todo más, hace que dicha imagen sea curiosa y pintoresca, inesperada quizás. En todo, la escena roza lo simpático, lo entrañable. Una reunión de unas quince personas, en distendida conversación, buen ambiente y relajada gesticulación, una imagen serena y amigable, que cambia por completo a otra más repulsiva y siniestra, por el simple de hecho de encontrarnos en los tiempos del coronavirus, y no llevar ninguno de ellos mascarilla.



CARTA DE LOS TRES REYES MAGOS DE ORIENTE A MIS HIJOS

  Queridos Manuel de la Piedad e Inés Salud: Somos Melchor, Gaspar y Baltasar, los tres Reyes Magos de Oriente, y durante esta noche he...