domingo, 8 de noviembre de 2020

EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS (XVI)

15/10/2020

10:20pm.- Vuelvo a casa tras una visita al Centro de Salud por un asunto menor. Voy en mi coche, bordeando una barriada de casas bajas, las voy dejando a la izquierda, todas ellas diferentes, de construcción propia, de hace al menos 50 años ya, separadas por infinidad de calles de un solo sentido con aceras muy estrechas, perpendiculares a la carretera por la que circulo. Imagino que hay calles similares paralelas a mi marcha, conformando así un entramado de cuadrículas perfectas densamente urbanizadas. A la derecha, se van sucediendo: un bloque de pisos, algunos solares en aparente construcción, un residencial de casas unifamiliares, reciente, moderno, sumido casi en absoluta oscuridad, casi inhabitado, y por último un gran descampado, amplio, con varios pinos, enormes, más antiguos sin duda que la existencia propia de todo lo que en esta noche tranquila mis ojos pueden observar a través del cristal del coche. Junto a estos enormes colosos naturales, a cierta distancia, aislado, un joven eucalipto proyecta una fina y alargada sombra a la luz de la luna. El descampado está ocupado por todo tipo de vehículos, la mayoría turismos, también hay algunos camiones, tractores y hasta un autobús escolar. Sin duda este espacio asume las plazas de aparcamiento que el descontrol y el ansia constructiva de los precursores de aquella barriada no previó.

En el descampado, entre dos coches veo la escena de un grupo de jóvenes, chicas y chicos sentados en sillas plegables de playa. Llevan ropa deportiva, pantalones y sudaderas de manga larga. Todos forman visto desde arriba una elipse casi perfecta, cuya simétrica disposición se proyecta más perfecta por tener todos las piernas igualmente flexionadas, haciendo que las rodillas de todos se encuentren apoyadas de igual manera en las rodillas de sus compañeros. Pareciese que el bello dibujo conformado por todos, les protegiese más y mejor del frío de la noche.

Es un día entre semana y no hay gente por las calles, tampoco es aquel un sitio normalmente frecuentado, ni tampoco lugar habitual de paso, por lo que todo más, hace que dicha imagen sea curiosa y pintoresca, inesperada quizás. En todo, la escena roza lo simpático, lo entrañable. Una reunión de unas quince personas, en distendida conversación, buen ambiente y relajada gesticulación, una imagen serena y amigable, que cambia por completo a otra más repulsiva y siniestra, por el simple de hecho de encontrarnos en los tiempos del coronavirus, y no llevar ninguno de ellos mascarilla.



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