martes, 27 de octubre de 2020

LAS FRUTAS Y EL AMOR



Julen agarró con suavidad la mano de Cova, deslizando los dedos por todo su dorso para luego girar buscando, abajo, entrelazar sus manos. De manera en apariencia accidental, Julen acercaba sus labios a la oreja de Cova, mientras impactaba sutilmente su hombro, su pecho, su sexo, con el cuerpo de ella. Frente aquella mesa del súper repleta de todo tipo de frutas, cual una inmensa estrella, fueron ellos dos diminutos planetas girando a su alrededor. Nerviosos en sus movimientos, ingeniosos en sus comentarios, que si mira los aguacates que parecen huevos de dinosaurios, que si ahora debe dirigirse usted a mi como su majestad pues tengo en mis manos esta hermosa granada,... 

Se encontraron casualmente mientras acompañaban a sus padres, grandes amigos desde hacía ya muchos años, antes incluso de que Julen y Cova nacieran. Aprovecharon para despistarse por entre las verduras, ensaladas y los productos frescos, mientras sus padres charlaban y se reían relajadamente a una considerable distancia. Cova y Julen, Julen y Cova, viajaron juntos de un lado a otro a través de aquella frugal galaxia, de un chiste a una broma, de una mirada dulce a otra desesperada. Allí, verificaron la realidad de aquel fuego abrasador, de unas llamas que parecieron prender en el pasado puente de la Virgen del Pilar, en el camping de Granadilla del Monte, donde fueron junto a sus padres y hermanos. En una de esas noches, la última, unas torpes caricias, un par de tímidos besos fueron suficientes para generar aquel estado de aturdimiento, una plácida distracción que había alimentado durante todos estos días el deseo de encontrarse de nuevo. Pero tan pronto el tiempo y el espacio pareció detenerse a su alrededor, los chicos fueron requeridos por sus padres a continuar la cotidiana y anodina compra. Se despidieron con toda la intensidad que sus ojos pudieron transmitir, sabiendo que ya todo alrededor había cambiado por completo. Retomaron cada uno su camino, como si pasearan a la vera de un hermoso río, él recorriendo la calle de las conservas de pescado, y ella la calle de las patatas fritas y los frutos secos.

A sus trece años Julen y Cova, junto a una montaña de naranjas guachis, descubrieron por primera vez que se habían enamorado.

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